miércoles, 16 de mayo de 2012

El gran invento


Advertencia: Cuento absurdo creado a partir de un ejercicio de escritura automática.

Había una vez un viejo hombre  que criaba lobos para uso exclusivo de madres de hijos desobedientes. De pronto, y como si nadie se la avisase, encontró a una chica aferrada con la lucha de clases. Él no entendía nada de este dilema pero sabía que ella era rica y el pobre, entonces ideó un pequeño artefacto que podía construir realidades descontinuadas que seguramente le encantaría a la princesa. “Las mujeres aman las máquinas complejas” se dijo después de unos minutos de razonamiento.
Los niños llegaron emocionados a la presentación del invento de aquel joven pobre. Todo estaba listo y hasta el rey, que tenia uno de esos paseos dominicales para presumir sus ámpulas, se detuvo a observar tal barullo.
Los asistentes alucinados por las hojas de opio que vendían en el mercado andante observaban como el cachivache iba a funcionar. Estaba armado de hormigas rojas, de las pequeñas, no de las grandes. Tenía  cuatro jinetes montados en señoras seniles amaradas con tiras de chorizo — sólo para darle sabor. En su interior se encontraba una alma ermitaña recién caduca que fungía como sacerdotisa de la transición. Los monjes en miniatura cortejaban a asnos que limpiaban los cajones olvidados de aquel armatoste.
Para fortuna del campesino la chica enamoradiza paseaba por ahí. No esperó y accionó la máquina. Su funcionamiento necesitaba de una flatulencia suficientemente olorosa para que los asnos en el interior fruncieran el seño tan fuerte que los monjes emocionados continuaran con la siguiente etapa del cortejo, entonces toda esa energía sexual liberada haría que el alma de acero vibrara a la nota exacta de fa#7 o sea la nota de Dios.
La siguiente etapa —la más difícil— era que las hormigas, movidas por el apetito melancólico del chorizo, provocaran que los elefantes postularan votos energéticos de teorías no demostradas sobre una realidad constipada.  Así que en ese justo momento, cuando todos estaban atentos y desprevenidos, el campesino astuto hizo el anuncio tratando de llamar la atención de la damisela.
Un gran flash brotó del cielo. Los perros ladraron concienzudamente a razón de un chillido por segundo en 5/4. Las aves pronto dejaron de alborotar nubes rebeldes para bailar sobre las hojas que caían y los gatos por fin decidieron tirar sus vidas extra para disfrutar la que tenían en ese momento. El rey no se dio cuenta pero también había cambiado, su vieja barba ahora se encontraba en el pelo púbico de carlota, la puta del pueblo. El rey ahora era un clítoris y  jamás había sido tan feliz.
Los otros campesinos también se transformaron, no físicamente sino mentalmente; dejaron de pensar en árabe y ahora pensaban en arameo aunque no lo notaron nunca.
Pronto la dama de clase alta vio que el campesino había hecho algo extraordinario; había inventado una máquina justo para ella, capaz de transformar la realidad concienzudamente pero sin que se dieran cuenta de ello. La damisela se enamoró perdidamente de aquel artefacto raro, no sabía que tenía pero era excelente, con él podría cambiar el mundo para bien; todos serian más felices, se acabaría la pobreza y desigualdad.
 Se bajó del hombre negro que la cargaba y corrió hasta allá dando tropezones en cada momento a ritmo de vals, ya saben chuntata, chuntata. Tomó la maquina con sus pequeñas manos y la guardó cuidadosamente en su bolsillo derecho, el destinado a las cosas brillantes y pegajosas. En cuanto el campesino, estaba más que feliz, por fin estaba dentro de la dama rica. Ahora que se había transformado en su propio invento estarían juntos para siempre, cambiando el mundo. FIN

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