viernes, 29 de junio de 2012

Peña Nieto no es un pendejo


Esta no es una apología del señor Peña, no. Hay muchas otras cosas que criticar de él y de su partido. Esto es una invitación a que se critique en un plano político-económico que pocas veces se toma en cuenta para atacarlo.

Peña Nieto no es un pendejo, ni Andrés Manuel un peligro. Sin darnos cuenta hemos caído en lo que tanto criticábamos a los medios de comunicación. Vivimos desinformados y nos vamos por lo primero que encontramos. Las señoras que votarán por Peña son engañadas en la televisión y nosotros en las redes sociales.
Enrique no es estúpido, a él se le ocurrió esa frase “te lo firmo y te lo cumplo” que tanto le ayudó en su campaña del Edo de México.
Intelectuales, estudiantes y anexos hemos formado ese imaginario colectivo donde el candidato del PRI se ha convertido en el equivalente a la Ninel Conde de la política que, dicho sea de paso, sospecho que tampoco es tonta sino que tiene un problema serio de dislexia.
¿Cuántos libros se han leído en lo que va del año? ¿Cuántos autores conocen? ¿Se saben el himno nacional completo? ¿Pueden ubicar la capital de su país en un mapa? Angela Merkel no pudo con esto último.
El proyecto del Revolucionario Institucional, que se viste de social demócrata, tira para lo neoliberal y es ahí donde debemos preguntarnos si queremos ser la mano de obra barata que compita con países de Asia; si queremos escuelas que conviertan al alumnado en perfectas máquinas que nunca se quejan y aceptan las miserias que le dan las empresas; y si queremos que el estado se vaya disolviendo para convertirse en sólo un pequeño administrador del libre mercado.
Es curioso que algunos que defienden a López Obrador se enojen cuando se le compara con Hugo Chávez porque les han vendido la idea que el presidente de Venezuela es un dictador y un peligro para todos. Otra vez cayeron en la trampa.


lunes, 4 de junio de 2012

Transplante


La pieza consiste en un ejercicio de recuperación del espacio. Por medio de la técnica del decollage se pretende extraer, tal como Miguel Ángel alguna vez dijo, la figura escondida que hay en la piedra, o este caso en el papel; y recolocarla en otro lugar a manera de expansión de la misma naturaleza procesada que recupera su original forma aunque sea artificial.
Las imágenes resultantes entran en un juego de ilusión, de figura fondo donde, si no se pone atención, se puede perder donde inicia algo y termina otro.
Dicen que si se cuentan los anillos de un árbol se puede saber su edad, así mismo este árbol recuperado contiene capas y capas de viejos recuerdos que son olvidados hasta que una excavación los va liberando a los ojos del buen observador que debe hacer una labor casi arqueológica para descubrir el pasado enigmático.