El sistema de transporte colectivo Metro se ha convertido en un imprescindible que volvería caótica a la ciudad con solo fallar medio día. Miles de personas se trasladan al trabajo, la escuela y demás destinos. Para muchos el viaje es un tormento necesario, parte de la rutina hipnotizante de cada día pero hay ciertos fechas en las que el metro se transforma, se llena de pequeñas luces multicolor, sonidos ajenos, aromas de la otredad.
Así, cuando los andenes están de pronto más llenos volteamos a ver a las personas que cargan replicas de santos, pulseras, flores, tal vez alguna “mona”; es una fiesta en donde todos están invitados.
Cada 1º toca el rosario de la Santa muerte, el 3 el de Malverde, el 28 San Judas y como todos los domingos, la misa con la Guadalupana. Cuatro alternativas, cuatro santidades de la religiosidad popular que poco a poco se han ganado fuerza en lo underground. Han sido adoptadas por sincretismo o moda, solución a fuerzas, última instancia, alternativa a lo oficial y/o verdadera necesidad en este país cada vez más “gacho”, donde la bravura del tepiteño se conjuga con el peregrino del norte que hincado llena de sangre los andenes de la estación de “La Villita”; donde los desesperados buscan que San Juditas le haga la buena y el delincuente le pide a Malverde que lo proteja en esa chambita que jura no volver a hacer si le hace el paro.
Cuando se construyó el Metro de la ciudad de México se le pidió al diseñador Lance Wyman que hiciera el sistema de signos para las estaciones. Cada índice representa un aspecto importante de los alrededores de la estación, una referencia histórica o un aspecto relativo a la actividad de esa área, sin embargo hay una gran ausencia de referencias a la religión (sólo en la estación de la basílica donde el ícono se ha adaptado para indicar al devoto iletrado donde está la “virgencita”) tal vez en una idea de separar el estado de la iglesia, mantener el metro como un espacio secular y de transito sin dejar espacio para la ensoñación.
La intervenciónLa pieza se propone reemplazar los índices de las estaciones por la de una imagen del Santo, Santa o Virgen respectivo. Las intervenciones se planean hacer en los andenes y dentro de los vagones en los días de rosario de cada santo, contribuyendo a la transformación del espacio ritual. También como parte del acto autopoiético se colocarán veladoras y ofrendas en los lugares de la intervención.
Por lo tanto el 28 de octubre toca a San Judas en la estación Hidalgo. El 1 de noviembre a la Santa Muerte en la estación Tepito. El 3 es rosario de Malverde en la estación Doctores. Finalmente el día de la Guadalupana, 12 de diciembre en la estación de la Villa.
El ejercicio plantea revalorar el espacio público como un lugar vivo, convertir un simple punto de transbordo, un No lugar, en un punto de encuentro social que crece y se desborda.