El asiento es un símbolo
de poder, el que está en el trono gobierna. Ese poder es cedido,
prestado y robado. Basta ver a la señora que antes de entrar al
vagón del metro ya está lanzando su bolsa para apartar un lugar que
abandonará a las siguientes dos estaciones. Por otro lado, ceder un
lugar va desde el sacrificio de la comodidad por la comunidad; hasta
ese machismo disfrazado de caballerosidad que invierte los papeles de
poder y la dama se vuelve frágil frente al hombre poderoso e
incansable.
Sin embargo estas
prácticas, como todas las normas de la sociedad, son llevadas por un
dogmatismo imperante. El que las cumple no las reflexiona solo se
flexiona. El que no, es castigado por la mirada inquisidora de la
señora que en voz alta decreta: “parece que ya no hay caballeros”.
Descripción
La pieza consiste en
subvertir la señalética de los asientos reservados dentro de los
vagones del metro. Para esto se han elaborado una serie de stickers
que serán colocados encima de los originales.
Los iconos realizados
representan distintas clases, modos y aspectos de los usuarios. Y van
desde el oficinista, el dormido, el sanjuditas,
el gordo, entre muchos otros. Se trata de voltear la tortilla; que
tanto el borracho como la prostituta merecen respeto, mostrar que a
veces todos necesitamos ese asiento, ese pequeño descanso después
de 10 horas de trabajo, de desveladas por exámenes o de ser
pisoteados por la sociedad todo el tiempo.