EL ESPEJO QUE NO PODÍA DORMIR
Había una vez un espejo de mano que cuando se quedaba solo y nadie se veía en él se sentía de lo peor, como que no existía, y quizá tenía razón; pero los otros espejos se burlaban de él, y cuando por las noches los guardaban en el mismo cajón del tocador dormían a pierna suelta satisfechos, ajenos a la preocupación del neurótico.
El concepto tras de El Espejo que no podía dormir es sobre la definición de una identidad obtenida por el valor utilitario que se autoimpone la persona. El espejo sentía tal angustia debido a que al no tener a quien reflejar perdía su identidad y valor como objeto.
En la sociedad contemporánea ocurre también lo contrario, uno existe a través de su reflejo. Es casi imposible encontrar a alguien que en realidad no le importe la imagen que muestra al mundo a menos que nos topemos con un auténtico Cínico[1]. Incluso hasta el más valemadrista se preocupa por mostrar esa cara de amiquemeimportalavida.
A si pues nuestra reflexión representa nuestro Yo como una refracción de la cultura en que vivimos. Constantemente buscamos algo que nos encarne: ropa, skins, carros, lugares, etc. si no tenemos nada que nos refleje dejamos de existir.[2]
PROPUESTA
La instalación consta de cuatro espejos de mano, tres ortogonales uno virado, pegados a una pared falsa. El último espejo esta empotrado en un hueco para no se note el truco. En la pared que es perpendicular hay un stiker pegado.
Cuando el espectador recorre los tres primeros espejos no nota nada fuera de lo común, su imagen es fielmente reflejada. Pero al llegar al final se encuentra que el espejo no refleja su cara sino la pared de al lado donde se descubre una leyenda que dice: “tal vez tú no existes”. Para lograr el engaño se necesita un plástico especial que solo es visible cuando se le observa oblicuamente.
[1] De la escuela filosófica fundada por Diógenes, no por la actual acepción.
[2] Entiéndase como fenómenos ópticos. Refracción es el cambio de dirección que experimenta la luz al pasar de un medio al otro. Dependiendo de nuestro índice de refracción aceptamos y rechazamos los fenómenos exteriores, los desviamos o distorsionamos.